jueves

Quise escribir algo aquí,

y no pude.



Una lágrima nació en mi ojo izquierdo,



rodó
.
.

.

.

y,

al pender de mi rostro

como equilibrista

se abandona
.
.
.
.

y,

al caer,

actúa en homicidio


a la reclusión.

domingo

Requiem in pacem

Hoy, como tantas veces lo hice de niña, subí a la azotea. Hasta el punto más alto del edificio. Siempre me gustó hacerlo. En ese lugar, me daba tiempo de pensar; eran los momentos para volar. Recuerdo que me sentaba en la barda con los pies colgando (qué irresponsable). Disfrutaba ver a la gente pasar. Tomaba el sol y me llevaba refrigerios. Me quedó tan grabado aquel momento: tendría como 13 o 14 años, cuando empezó a llover. Me metí a un domo que me abrigaba de la lluvia y ahí me quedé sólo a mirar. En la acera de enfrente, debajo de un enorme árbol estaba parado un señor mayor con un perrito blanco llevado con una correa, esperando (supongo) que dejara de caer tanta agua. Me dieron ganas de bajar, abrir la puerta y gritarle si necesitaba cobijo. No lo hice. Todo eso lo pensé mientras me moría de frío, pero estaba seca y me sentía afortunada por eso. Recuerdo que en ese momento me sentí triste, como si el mundo estuviera dividido en dos partes al menos. Afuera y adentro. Como contemplar ese pedacito de mundo seca, mientras todo lo que estaba afuera se mojaba. Yo no podía tocar el agua, pero todo olía a lluvia, sentía su humedad y el frío de su brisa. Veía cómo sus gotas se pegaban en los cristales y resbalaban.

Respiré hondo y dejé de pensar en esas cosas (para pensar en otras).

Decía que, volví al rincón reflexivo de la infancia. Escogí ese lugar porque tengo la tarea de ordenar, acomodar, dar prioridad y limpiar el disco duro de mi cabeza; quedarme con lo valioso. Siempre he pensado que estamos vivos, pero llenos de muertos. Cargamos muertos que se van enredando entre nuestras células vivas, que no nos dejan vivir y van limitando nuestra capacidad de acción. Van desde muertitos: el amigo que ya no te habla, esa discusión absurda con tu hermano, tu libro favorito que no encuentras, la mala cara de la cajera del super; hasta los muertotes: discusiones de pareja, celos, el pasado, desencuentros, rupturas familiares, malas decisiones, sociedades moralinas… etc.
El cuerpo es tan sabio que busca la manera de deshacerse de esos cadáveres, pero desafortunadamente lo hace mediante suspiros, llanto, tristezas, migrañas, retortijones, dolores de pecho, colitis, urticarias…, en fin, es impresionante cómo pueden rajar tu calidad de vida los restos no excretados.

Y pues, como no deseo cargar ni cargarle mis muertitos a aquellos que están a mi lado (y que quiero profundamente), seguiré pensando y haciendo mi tarea desde el punto más alto del edificio, pero ahora, con 36 años encima, una libretita de apuntes y mi grabador de voz… a ver a cuantos logramos enterrar. Creo que valdrá la pena el ejercicio...

martes

Al revés


Estaba a punto de salir a la labor, un poco tarde y apurada; eran ya las 8 con 45 de la mañana. Completamente vestida, peinada y maquillada, bebí un sorbo de café. Muy a mi pesar me zafé los zapatos de puntitos blancos, los collares y la bufanda para el frío. Desabroché el cinturón, me quité el pantalón negro, desabotoné la blusa morada y la colgué, a mi ropa interior la dejé en el cajón; pues eran ya las 8:03. De prisa salí de la ducha caliente, bajé la vista y aún traía puesta mi pijama azul con blanco. Apenas parpadeé y estiré la mano para escuchar la radio, eran las 7:08. Hacía 17 minutos que estaba aún soñando con la última película de Woody Allen, mientras medité un poco; el despertador al fin sonó.

viernes

Reloj, no marques las horas...


Ella vagabundeaba por las calles con la cabeza baja y pensando siempre. Él hacía lo mismo, a diferencia de que llevaba la mirada puesta en el frente, quiero decir, hacia el horizonte. Ella se cansó de caminar y se sentó en uno de esos cafecitos acogedores de las avenidas de la colonia Roma. Él, y por alguna extraña ley de la atracción de los cuerpos (naaah, atraído por el ineludible olor a café), se encontraba en el mismo lugar. Se miraron y se regalaron una sonrisa. Por alguna razón él, le saludó y ella respondió amablemente al saludo. Los ojos de ambos brillaron, eso fue real. Siendo él tan tímido, ella se dijo que había que ayudarlo, tal vez ahí empezó la ansiedad, la enorme necesidad.

Quizá fue el barullo, el momento, la charla, el saberse escuchados, la comunión de pensamientos, el choque de miradas, las palabras, risas… el ensamble perfecto. El lugar donde se gestó la prisa fue en la cabecilla de ella, tan acelerada, tan hambrienta, tan sola y asustada. Se congratuló al fin y se puso una estrellita en la frente. Se dijo que ambos podrían darse toda la ternura, todo el acompañamiento que necesitaban. Cuando él no llamaba, ella completó el acto, cuando él no iba a besarla en la boca, ella tuvo mucha iniciativa. Un día, él la llevó a un parque y hablaron de todo, ella le contó de sus sinsabores, de su inestabilidad e inseguridades. Él le contó pasajes íntimos, de esos que no sabes por qué, pero sientes el calor en pleno proceso de deshielo. Ella sintió "amor" de inmediato (y le agradeció a Disney por todas sus historias). Esa misma noche, y sin pensar, ella le pidió que se quedara a dormir en su casa, él cedió. Se acoplaron en el acto, llenándolo todo de ternura y timidez. Poco tiempo después ella le propuso algo más serio y él dijo que no. Ella pataleó, lloró e insistió. No entendió que forzar los tiempos, descompone los relojes, desajusta las maquinarias, entorpece la autenticidad y acaba con las inclinaciones naturales.

A partir de ese fracaso y por varias semanas ella lloró como Magdalena, culpó y etiquetó a todos los hombres, los maldijo, y llegó a la conclusión de que todos son iguales. Nunca miró en retrospectiva para entender que su lucha era en contra del viento (y del tiempo). La realidad (en un acto de egoísmo puro), era sólo como ella la necesitaba.

Fin.
(para mi queridísima Fabiola)
Imagen: "Reloj blando"
Salvador Dalí

domingo

Volviendo a la realidad

La verdad y nada más que la verdad, es que me resistía a subir alguna otra entrada.

Quería disfrutar más del momento.

¡¡¡18 comentarios!!! Ello sí que es un gran logro…

Me sentí como Plaqueta, o como Hernández, o como el blog de Orsai (que todo el mundo lee).

Es tiempo de volver a la realidad, reconozco que ahora es como si me levantara de la mesa después de haber comido y bebido ansiando más, callando temporalmente el sonoro rugir de mis tripas. Podría pensarse que todos los cambios de situación llenan nuestra imperecedera gratitud, y la realidad es que nos acostumbramos rápidamente a darlo por sentado. Eso ocurre con toda clase de necesidades; mientras más te falta algo, lo ansías sin cesar. –Si tan sólo pudiera tener esto, todos mis problemas se resolverían-. Así te dices a ti mismo, una vez que tienes en tus manos el objeto del deseo, otras necesidades se afirman y vuelves al punto de partida. Una crónica insatisfacción. Así me pasó con mi compu, (quería una mejor), así pasó con mi coche (ni siquiera estaba segura de que realmente lo necesitaba), así pasó con mi antojo de comer el pastel de todos los chocolates juntos; satisfice mis “necesidades” y al final me di cuenta que son sombras, anhelos sustitutorios de lo que realmente quiero: afecto. La comunicación ideal con mis hijas, el amor de mi pareja, de mi familia, de mis amigos.

Y creo que a eso se reduce también la historia en esto de los “blogs”; tienes un comentario, y quieres dos, tienes diez, y podrías tener veinte, y caes en la cuenta de que si tienes cien, desearías tener los diez del principio…, la cantidad va a satisfacerte nunca (porque es algo que no tienes).

Así que, ya me hice bolas con todo lo que dije, con lo que tengo y con lo que no, pero lo que sí es cierto es que a lo que tengo nunca le daré el significado como lo que no tengo... precisamente por eso: porque no lo tengo. 



miércoles

Perfecto camuflaje


¡Ay comadre! Siempre que salgas a la calle, no olvides ponerte corrector para que no te noten las ojeras, crema que te suavice la piel y sean menos visibles las arruguitas, lápiz labial para que se vea roja tu boca y emule tu sexo, suficiente rimel en las pestañas para que tus ojos parezcan expresivos, rubor para no tener que generarlo con tu propia sangre, perfume que disimule tus intensas feromonas, enjuague en el cabello para que se vea brillante y se sienta suave, "Prozac" para que no recuerdes que estás deprimida, "Tila" para que no sepas que andas angustiada, lechita caliente para que cuando llegues a la cama puedas dormir, "Senocot" para que te funcione el intestino y no te veas hinchada, medias para que no se vea fea la piel de tus piernas, un brasiere bonito que te ayude a levantar y separar los pechos, tus uñitas bien pintaditas, ponte tacones (aunque te duela luego la espalda), pero las pantorrillas se verán torneaditas, una sonrisa “quitapón” al salir... En fin, vete a la calle siempre bien escondidita, no vaya a ser que alguien sepa quien eres realmente.

¡¡Qué susto!!

lunes

Otra metáfora.

Siempre he hablado de mis sueños por volar.

Hablo de mi intento por elevarme teniendo el control, y de lo único que dependo es del viento. Me doy cuenta de que todo está controlado por la velocidad y la constante del aire, sólo que no lo había razonado. Y nada puedo hacer. Tan es así que cuando corremos tenemos que meterle más aire al cuerpo que cuando caminamos despacio. Tampoco había notado que el aire varía en temperatura, de zona a zona; de momento en momento. Frío, templado, caliente, muy caliente; mi piel se empieza a ajar por las variantes. Allá en lo alto, se meten basuritas a mis ojos provocando inundación, los tengo hechos una verdadera miseria. Mi pelo está más enredado, por los cambios en la velocidad y temperatura. No quiero que empecemos a extrañar el piso, porque entonces, sí que sufriré de verdad…

Y nada puedo hacer.

sábado

Entre otras cosas...

Usualmente duermo poco, uso demasiado esas fases lunares que tanto me encantan ya que, en ellas, es posible intentar poner en letras las ideas, porque nadie en casa está despierto. Los espacios con duendes son míos al fin. Miro el orden y el desarreglo, los objetos que se amontonan sin que me de cuenta. Los cuartos se van desorganizando con objetos que uno aprende a no ver, pero que rompen el equilibrio y dejan huellas de tiempos y actitudes. Es como la enredadera del patio de atrás de tu casa que, si te descuidas se come tus paredes, y de tanto en tanto debes podar; una bella invasión que forma parte de la decoración.

Tengo que poner orden, tirar cosas a la basura, decidirme a dejar espacios libres. Es tan continua esa tarea, que uno puede creer que es finalidad de la vida misma. ¿Cuántos libros he abierto este año? ¿El pasado? ¿Y la ropa? Es extraño, me ha costado menos trabajo deshacerme de personas que de cosas, (y mira que he tirado, y tirado y tirado).

También han desaparecido muchísimos efectos para solo ser reabiertos en sueños donde de pronto tengo puesta la blusa de hace 10 años, o me acomodo en un sillón que desde hace tres años no veo. O camino por calles intransitables ya para mí. Es como ser serpiente mudando pieles, o araña dejando esqueletos viejos tirados para usar los nuevos. Si entrara a cada recoveco de mi mente, hiciera recuentos y pisara recuerdos, me quedaría mucha holgura para reír. Si quitara puertas y ventanas, saldrían las dudas que tanto me atormentan y abriría el paso a pájaros y mariposas. Si me atreviera a dejar de ser más o menos buena gente, o simpática o entregada, reaprendería a pisar el pasto con los pies desnuditos. Si destruyera el archivo que contiene mis preocupaciones por mi futuro, o la salud de mi cuerpo, o de que si alguien me ama o no, viviría en paz en esa veredita mirando a hurtadillas por entre los espacios de ventanas viejas.

En fin, si ese sueño taaan hermoso, esa visión que tengo de que soy un ave humanizada, se realizase, volaría encima de los techos y sentiría el viento trastocarme. Pero creo que, solo es cosa de quitarse el nudo de la garganta, de armarse de valor para descascarar tantas ideas falsas pegosteadas por todos lados, que ensucian y empobrecen. Es mas bien, dejar de pensar las cosas que pienso, y de tener estas actitudes gastadas y miedosas. ¡Claro! “Gastadas” es una buena palabra, ahora que la pienso: me han servido tanto, y tan poco. He sido tan alegre y tan triste. He dado tanto y me he dado tan poco. Lo que creo que representa mis deseos de hoy día, es poder abrir los dedos de las manos, y dejar que se escapen los estúpidos celos, los nudos en la garganta, los fardos, los temores, las culpas, las soledades. Justo ayer, brevemente hablábamos de identidades, y no quiero perderme de todo eso. Pero a veces, quiero sentarme en una silla muy cómoda, y que alguien se ocupe de darme de comer en la boca, que me abrace con ternura y me mime.

Y es que, la vacación termina, un año cargado de "nosequé" comienza, el panorama se vislumbra algo turbio, y veo a toda la gente tan animosa que me asusta ser como soy…, adelante pues, que el futuro es algo inminente.