domingo

Silencio



Hace unos momentos leía en el blog de Magda Díaz ,su apunte más reciente que tituló: “Renunciar a escribir”. Me pareció de lo más acertado. En él, hace un análisis muy personal de las posibles razones por las que un autor toma la decisión de apagar su voz. (Yo creo que la voz no se silencia por completo; sino que deja de ser compartida).

Cita a Juan Rulfo –entre otros-, quien dice que cada que le hacían la pregunta en relación a sus ausencias escriturales, él contestaba: “Pues porque se murió mi tío Celerino, que era el que me contaba las historias”.

Me encantó esa respuesta.

Pretexto o no, creo que, una pérdida cercana sí hace mella en lo que quieres contar y cómo lo quieres contar. Y viene la ausencia, la apatía, la inseguridad, la necesidad de consuelo. Es una especie de costra que tu cerebro fabrica para trabajar el dolor. Hace poco menos de un mes, mi compañera de casa, mi mejor amiga, la bebedora de café, la maestra Maricarmen del Anglo, la eterna enamorada de Jim Morrison, la fumadora empedernida, la estudiosa, la aprendiz de acuarela y por cierto mi mamá: murió.

Su ausencia me ha dejado un enorme hueco y profunda tristeza. Ello ha hecho que mientras me reconcilio con la vida, haya dejado a un lado el compartir mis textitos. Debo confesar que he escrito más que nunca. Historias cortitas y sólo para mí. Le escribo de manera muy íntima a mis amores. A los que están a mi lado y a los que ya no están. El tono de la mayoría de ellas es melancólico y quizá con toquecitos de desesperanza:

Debo marcharme ya. Ponerme en el camino, y luego, si por casualidad, encuentro una puerta, me aventuraré a mirar. Si ésta se abre, pues tanto mejor. Sé que no hay nada que me diga que debo abrir esa puerta, pero la abriré de todos modos. Si me animo, entraré en una habitación vacía y quizá descubra que es ahí adónde pertenezco; habré encontrado mi sitio. Si no, será otra puerta que se abre y se cierra en el camino. De esas puertas que abres y cruzas el umbral y descubres que no hay habitación, que no hay nada ahí que te invite a pertenecer. Descubres que lo que hay delante de tus ojos, es más camino que se extiende ante ti. Si ello sucede, me ajustaré los zapatos y jalaré un poco más de aire, para seguir andando, poniendo un pie delante de otro…

Continuando mi camino,
Encontrando muros sin puerta,
Hoyos en el suelo
O huecos en el cielo
…”


Escribir es un ejercicio hermoso. Yo envidio sincera y sanamente al escritor, al narrador, novelista, al ensayista, al cuenta historias, al creador de ideas, al poeta; al que rescata del fango el sentimiento y lo lleva a la palabra.

Es un placer grande, oírse decir las palabras que salen de tus labios, para después tomar un papel y ponerlas en letras; ya hacia el final, leer los sonidos que salieron de tu boca... aunque a veces, no te guste nada (o nadie lo comprenda) y decidas guardarlo en el fondo de un cajón… qué le vamos a hacer.