miércoles

Que alguien les diga...

Alguien que les diga que no dejo de añorar, que la nostalgia y la melancolía son cómplices y me juegan malas pasadas.

Alguien que les diga que por las mañanas llego a espiar, a seguir sus pasos con mesura.

Alguien que les diga que me paseo afuera de su casa, miro a su ventana, por largo rato..., casi a escondidas, pasando inadvertida.

Alguien que les diga que su risa es mi recuerdo, parte de mi alimento.

Alguien que les diga que extraño ser a quién interceptan, para jugar o para charlar, quizá para confesar.

Alguien que les diga que la lejanía azota y que invade mis angustias.

Alguien que les diga que lo siento, que no ha sido mi intención.

Alguien que me preste su identidad para poder no ser yo y así lograr acercarme más.

Alguien que les diga que estoy incompleta, rota…, pero en construcción.

Alguien que les diga que levanten el teléfono, para escuchar una respiración, un saludo, un “hola”, cuando menos.

Alguien que les diga que en mi pecho nacen suspiros que me hacen calmarme, para no morir de a poco.

Alguien que les diga que en mi mente atesoro los recuerdos y los recreo como historias magníficas, únicas y fantásticas.

Alguien que les diga que por las noches, mientras mis ojos se cierran; son la última imagen que mi memoria repasa.

Alguien que les diga que miles de “te quiero” he lanzado al viento, -con la aislada-, con la leve esperanza de que sea el viento, el portador de mis mensajes.

Alguien que les diga que desde mi trinchera les escribo, palabras, palabras y más palabras…,

que para el mundo, éso son… tan solo palabras, pero para mí, son el cauce del dolor; el alivio y el consuelo de su amor .