lunes

Una carta


Hoy, amor, me duele la garganta, me siento febril y tengo los ojos acuosos. Creo que enfermaré. Mis defensas andan débiles o quizá sea el resfriado anual el que acecha. Ya qué, no me puedo quejar. Generalmente gozo de buena salud; soy de buena madera. Esa sería la razón más lógica para mi malestar, es decir, que algún virus haya entrado en mi cuerpo, lo esté invadiendo para noquearme y contar en regresivo hasta llegar al cero. Al CERO, a la nada, próxima a la carencia, a la nulidad..., a fantasear con nadie.
Nadie quien me acompañe a beber café humeante al tiempo del pastel compartido. Nadie que se siente junto a la mesita de estar y se sumerja en el sillón de resortes débiles (en el que nos dimos tanto gusto ayer). Nadie con quien viva su etapa lunar como propia y el tiempo que no es tiempo pase sin importar si es de día o de noche. Nadie a quien desearle buena suerte, buen día, linda noche. Nadie de quien repase una fotografía desgastada, casi transparente por tanto manipular.

“Nadie”. Saturado de “nadas”, de “nuncas”, de “ningunos”. 

Hablando de retratos y de rostros, trato de buscarle un buen sitio al tuyo entre mis dioses familiares que habitan en la mesita junto a mi cama y así poder mirar libremente las caras de aquellas personas que tanto amo y admiro. Pensándolo bien, pondré el tuyo bajo llave, en una cajita de madera fínamente pintada a mano, en la repisa más alta de mi cuarto. Y la guardaré celosa. Sí, ya sé, así soy de egoísta cuando me encuentro enamorada, es de esta manera mucho más llevadera y ligera la ausencia.
Me emociona imaginar el baile de tus ojos al leer estas líneas y, saber que sabes bien que eres el destinatario de ellas. Me descubro inmensamente feliz planeando el encuentro con tus ojos y la concesión de un beso anticipado largo y húmedo. No te extrañe que no deseé uno, después del primero, los demás son adicción.

¡¡¡Ash!!! ¡Maldito y cursi estilo medieval! Pero debo confesar que así soy y así escribo cartas de amor a mis amores. Lo uso con frecuencia y me disgusta, siempre desdigo lo que digo y no digo lo que quiero decir. Es cursi, soy patéticamente cursi y anticuada; sé tolerante, por favor.

El día terminó, y me gustaría saber lo que haces en este momento, qué libro tiene tu atención, qué pensamiento queda atrapado en tu sien, con qué frazada te cubres del frío...

Por lo pronto, mi “Nadie” te dejo mis besos, mis palabras y mi voz; que, en realidad son lo único que tengo.

Tuya,

María