sábado

Frente al espejo...

En este momento estoy mirando mis pies, mis manos, mi ombligo…, todos lo hacemos, todos tenemos esa capacidad. Sin embargo hay partes de nosotros que no hemos visto detenidamente, como es nuestro rostro. Ya sé que lo hacemos todos los días pero no hemos analizado directamente ese gran sello de identidad que nunca lograremos percibir con nuestros propios ojos. Para conocer esas partes ocultas a nuestra mirada necesitamos de un espejo. Del mismo modo, en nuestra personalidad hay partes ocultas a nuestra percepción para las cuales también necesitamos de un espejo, y el único espejo en el que lograremos vernos es en otro, es decir, en otra persona. Cuánto más cerca se está para mirar la imagen reflejada, más clara será la percepción de uno mismo…y el mejor, el más preciso (y el más cruel de los espejos) será la relación de pareja. Yep, así es, la pareja. Ni la familia, ni los mejores amigos…, la pareja.

La pareja es el único vínculo en el que se pueden reflejar nuestros mejores y nuestros peores aspectos. Hoy lo sé. La familia y los amigos, sin duda nos conocerán muy bien, pero es en la pareja en la que descargamos todo lo bueno, todo lo malo, todo lo oscuro, todo lo maravilloso y también todo lo cruel que podemos ser y será esa persona quien lo recibirá y a quien le afectará más que a otra persona. La familia es la familia y siempre nos querrá incondicionalmente, y a los amigos siempre los querremos como amigos, pero, ¿y a la pareja? A la pareja se le quiere incondicionalmente sólo cuando hay amor de verdad, sólo cuando se logra tener un amor maduro, que, se dice fácil, pero es más complejo de lo que se cree. El amor maduro es cuando se logran superar conflictos y las diferencias. Cuando logramos descubrirnos para conocernos, para estar en contacto con lo que le pasa a uno interiormente. Cuando logras superar los enfados y los dolores de relaciones pasadas y no nada más las traes a tu presente, sino logras, con base en esa experiencia cambiar tu futuro. Ése es un amor inteligente. No todas las personas logran luchar en contra de sus propios demonios, y es más, convencerlos para que estén de su lado y sean parte de esa consciencia, y así poder discernir y desechar lo que es paja, lo que no se necesita, lo que no se quiere. El que logra reflejarse y descubrirse en otra persona es muy afortunado, sin duda. Porque es muy común disparar las viejas heridas y volver a lo mismo; lo único que cambia es el interlocutor.

Solemos culpar al otro del fracaso, cuando la realidad es que nunca nos miramos detenidamente frente al espejo…

Es por ello que hoy me considero muy afortunada por haber abierto los ojos y quedar deslumbrada frente a la luz de mi espejo.


Sobre la imagen:
Mujer ante el espejo.
Picasso, 1931.