jueves

Me dijeron...

Me dijeron que los monstruos no existen. (Pero yo le creí a mamá)

Tuvimos una mamá poco convencional. Una mamá libre pensadora, analítica, permisiva; una mujer garabateaba con el gato mientras ponía el ojo en sus crías. En la mamila de la menor había café con leche, los viernes eran días de comer cochinadas, y nos daba la responsabilidad ENORME de cuidarnos solos la mayor parte del tiempo.

Cenábamos café y pan. Luego de arroparme y platicar un ratito, trataba de convencerme de que la silueta deforme con dientes, granulienta y cabeza desproporcionada, era mi toalla hecha bolas y que, debajo de la cama, sólo estaban mis cacharros que se iban acumulando tras mi fallida súperlimpieza general (generalmente todo iba a parar debajo de mi cama.) Muchas veces le dije que le tenía miedo a los monstruos. Mamá decía que los monstruos nunca aparecían de noche; que de noche, una larva se vestiría de mariposa, que de noche, un grillo cantaría, y de noche, mi cabecita contaría cuentos incontables. Finalmente me quedaba tranquila y ella se quedaba tranquila de saberme tranquila.

Poco a poco no sólo entendí que, ni los monstruos, ni los fantasmas, ni los poderes especiales para levantar mi cuarto existen, sino también comprendí que Dios y El Infierno son una metáfora; pues tanto los monstruos, como los demonios y los santos, toman cuerpos de ladrones, de curas, de estafadores, de políticos, de secretarios de hacienda, de locutores, de autoridad, de artistas de cine, de profetas...

También me dijeron que los monstruos no podían ser presidentes, que los santos no pagaban impuestos y que los demonios no van al cielo...

Pero nunca me dijeron ...

que las mariposas sólo viven un día. (Y eso, me lo contó mamá)






martes

Si me pagaran por soñar...

Si me pagaran por soñar, Slim sería mi "chalán" y Mr. Magoo, mi chamán.

Se sabría de monstruos vírgenes, de helicópteros mutantes, sueños pintados de blanco, cucarachas asesinas, fábulas sin sentido, bibliotecas que se rentan como hoteles de lujo...

Si pagaran por los sueños, nadie querría estar despierto y los sueños serían parte de la corruptela humana. Se traficaría con las fantasías en lugares oscuros, tenebrosos y húmedos. Los traficantes de sueños serían obesos, siempre bebiendo caro y fumando de esas pipas que dan risa y están de moda. Las ensoñaciones tendrían un precio, los terrores otro y las mentiras lujuriosas del cerebro, serían usadas en extractos prácticos cuya sustancia activa fuera tan placentera como la de un orgasmo...

Si pagaran por los sueños, la televisión sería una bonita repisa para acomodar sombreros de colores. Llegaría a París por las noches (cada noche) con mi amado; y por las mañanas ya me habría inventado una cura no dolorosa contra el cáncer; le entendería a las ecuaciones y la mecánica cuántica me haría los mandados...

Si me pagaran por soñar, sería rica además de esquiza y deliciosa. Si pagaran por los sueños, el terror colectivo sería no soñar y el insomnio: un problema de salud pública. Yo soñaría que sueño, y no sabría si sueño o despierto, si sueño o si es mentira que sueño: ¡estaría en vigía de mi sueño! (seguro) lo sabotearía y siempre estaría despierta y cansada; anhelaría dormir siempre... y enloquecería, alerta a mi pobre realidad sin sueños...