domingo

Marías...

Sí.

Soy muchas personas en una: puedo ser la amiga, la enemiga, la que llora sin motivo. Puedo ser la solitaria, que brinca de lo efusivo, de la felicidad, del júbilo a la agonía, la que crea y destruye. Puedo ser activa y pasiva, puedo pasarme el día tarareando el ritornelo de la canción más triste del mundo. Mi mente puede tener la capacidad de retener los detalles más insignificantes, pero también puede desechar lo importante; eso es un gran problema que me hace parecer tonta. Pero ¿Quién mide la inteligencia? Acaso, ¿Soy menos inteligente porque no reacciono como lo harías tú, o él o ella? Soy de las que disfruta de las insignificancias como el sonido que emiten las teclas de mi portátil ahora mismo al escribir estas palabras. Amo las palabras raras, las que nadie dice, las que nadie escucha, las extravagantes, las sinsentido, pero también utilizo las palabras rudas, las insultantes, viles y groseras para delinear mis posturas. Puedo ser de las que escuchan, sé hacerlo con mucho respeto y humildad, pero no sé hacerme escuchar. No puedo salir de mi propia escafandra y hacer retumbar mi voz. Soy de las que se vuelven pasionales y profundas en un tema y con facilidad emergen a la superficie, de las que admiran a las bobas que hacen reír al mundo, pero se niega a aplaudir como foca ante ellas...

Soy de las que pocas veces se enamoran, pero cuando lo logran se convierte en una entrega total. La entrega en la que el cuerpo y los sentidos se abren para dar. De las que sueñan que abrazan de noche, de las que escriben versos cursis con el nombre del amado entre líneas. A las que les brillan los ojos de tristeza y aguardiente por cada ausencia de “te amo”, de las que pueden arrojar al vacío el pundonor, de las que un beso lo pueden traducir en obra de arte, y hacerle un monumento al artesano creador de ésta. De las que no creen en el matrimonio, pero que pueden vivir leales como feligreses a uno solo. De las que pueden mirar tiernamente el cuerpo del amado recién duchado y encontrarlo hermoso. Soy de las que no dudan en pedir un recuento de su vida y que me tome del brazo mientras lo hace. Soy de las cursis, que disfrutan las palabras cursis. Y suspiran, y en cada suspiro hay nostalgias. Soy de las que quiere conocer el detalle; cómo toma el café, qué aromas le gustan, mirarle mientras duerme y volver a abrazar. Soy de las que recuerda sus gestos y que pone especial atención a la precisión de sus manos mientras habla. Soy de las que sufre entre cada despedida, pero que le aterra pasar la noche y perder los momentos que a cuentagotas caen justo en su boca como ambrosía.

Soy todas esas personas (y seguramente hay más) atrapadas en este cuerpo de 1.58 quizá sin forma segura, ni personalidad, ni definición, incongruente, inconexa, pero, también soy de las que con suerte al término del día se repiten: hoy fui feliz… y ya.