jueves

Sólo son palabras...

Ah, las palabras...


Imprescindibles, obligatorias, resanadoras..., conjunto de letras acomodadas: Con voz o sin ella, nuestras aliadas...

Palabras indómitas, palabras lacerantes, palabras que guían y que iluminan. Palabras de amor, de pasión, de dolor, de amargura, de tristeza, de placer..., palabras sabias que transmiten conocimiento. Palabras puras de pensamientos impuros. Palabras que dan forma y sentido a la emoción, a la maravillosa descripción del escritor consumado, o del frustrado que ve en ellas lo que no ve en un par de ojos...

Palabras hábiles, traidoras, envolventes, cariñosas y sobreprotectoras. A veces caen por su propio peso; el peso de la realidad, prescindimos de ellas y son sustituidas por imágenes u otros elementos.
Por el contrario, acompañan, refuerzan y dan sentido y color a situaciones que lo merecen, dan cuenta de nuestros pareceres, opiniones, sensaciones, razones…
Son un estorbo o, en un momento dado, arma arrojadiza, herramientas insustituibles, poderosas aliadas.

Pueblan los horizontes más lejanos, los recodos más recónditos de nuestra alma, los sueños más extraños y fantásticos.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado con ellas cuando las hemos necesitado?, ¿Cuántas han definido y puesto en su sitio problemas, ideas, sentimientos, actos que sin ellas se hallaban perdidos, desubicados, en pérdida…?

Son un juego, un complejo e infinito laberinto intrincado, un entramado compacto, un telar grueso que nos cobija y esconde, nos delata y nos arroja al mundo acorazados…