domingo

¡Shhhhhh...!

Reconozco que el "silencio" es muy cercano para mí. Paso la mayor parte del tiempo evadiéndolo, burlándolo, esquivándolo. Pero la realidad es que me apetece sentirle cerca. Hay veces que lo necesito y lo pido a "gritos". Veces, en las que no soporto el estrés sonoro y quiero relajarme en tranquilidad absoluta.

La mayoría de las veces disfruto jugar con él y en él. Otras, lo esquivo por aburrido, o porque me juega malas pasadas. Hay momentos en los que me ayuda demasiado a concentrarme y a escuchar mi propia voz. Y hay otros en los que me marea y me confunde de tal manera que ni yo misma puedo discernir un pensamiento de otro. En cambio, hay momentos en los que lo único que quiero es escuchar risas, charlas, bullicio, oír lo que sea para no quedarme a solas con mis emociones.

Hay veces que se hace silencio, otras que se provocan silencios, y otras más en las que rompemos silencios. Yo a veces callo porque no tengo nada qué decir; otras, me muerdo las ganas de escupir lo primero que llega a mi mente (casi siempre en intento fallido), por ese temor visceral a equivocarme sin remedio. O no hablo porque transmito lo que no quiero decir, o porque realmente carece de importancia. Otras veces, de plano hablo demasiado por nervios o porque no soporto esos atronadores silencios incómodos.

Siempre, desde muy niña, he sido muy conversadora; pero igualmente celosa de mis silencios. Es por ello que disfruto tanto mis fases lunares. Mis silencios son míos, aunque los odie y los ame, me confundan y traicionen... pero es cierto que, cuando el esquema cambia y hay más ruido de lo cotidiano, suelo gritar:


Silencioooo ven a mí... (por favor)