domingo

Como Dios manda...

Hace algunos años, me enamoré como una niña que jugaba a ser mujer. Con el paso del tiempo aposté mi vida entera a sembrar, a cuidar y a crecer…, se supone que así es el ciclo.

Con muchísima tristeza me di cuenta que poco a poco, todo en lo que yo creía se iba desvaneciendo y se me escapaba por entre mis dedos... el amor finalmente acabó…

Mucho tiempo la pasé con la daga clavada, con aquella melancolía de los tiempos de bonanza, con la mirada perdida y la sonrisa tan sólo dibujada…

Luego, conozco a alguien. Alguien con un pasado también, alguien que por azares del destino se fija en mí y me doy cuenta de lo equivocada que estaba: no necesito apostar. Las apuestas ahora son parte de un juego; una cena, un libro o un disco quizá. ¿Sembrar? No, para sembrar se necesita mucho tiempo de conocer el terreno que se pisa, aflojarlo y prepararlo para lograr una buena cosecha. Lo único que ahora siembro son actos de amor, miradas que invitan a ser su cómplice, admiraciones y aprendizaje. Hoy creo que, cuidando con respeto mis ideas y las suyas el crecimiento será mutuo; sin papeles, anillos, vestidos…, porque en verdad: le amo como Dios manda…