martes

Increible

Hoy en la labor, descubrí que respiraba hondo y despacito, muy atenta para que no se escapara; vigilando mis latidos. Ponía parapetos en ventanas y puertas corporales. Era precioso vivir ese calorcito como de estar en una cama, tapada por las sábanas hasta arriba y cobijas cuando hace mucho frío. Sentía la relajación de un cuerpo feliz y mimado, la caricia aún reciente bien impresa en mis células cutáneas, y la sangre irrigando mis sentidos. En las cuencas de mis ojos seguían alojadas las flores de colores, los dulces de sabores y las imágenes que iluminan el cerebro: había terminado de hacer el amor contigo.

(creo que comeré hongos más seguido)

viernes

Time after time



***Suelo caminar al revés para "atontar" al tiempo.

***Suelo tomarle prestadas horas a mi sueño y usarlas para pensar(te).

***Suelo dormir de día para robarme otros tiempos.

***Pero sobretodo, suelo olvidar a tiempo.


¿Será sano?

sábado

Momentos placenteros de la vida...

Hoy, tengo ganas de comer todas las cosas malignas que me pueda encontrar. Empezaré por una bolsa mediana de papitas (o quizá dos). La salpicaré de limón y salsa "Valentina", hasta que estén lo suficientemente ácidas y chilosas. Comparé una Coca-Cola de vidrio y  beberé el líquido con popote. Un buen bocado de papitas, un traguito de coca. Masticaré todo muy len-ta-men-te. Mmmmmm… delicia… debe ser un TRAGUITO, no TRAGOTE; para que los sabores se mezclen en mi boca. Cuando ya me sienta harta de tanta papa; me quiero chupar los dedos para desaparecer todo rastro de sal y de chile pegosteados.

Como segundo tiempo: "Pingüinos Marinela". Los pondré panza arriba, primero uno y luego el otro. Quiero mordisquear el pastelito quesque de chocolate (corrientísimo), hasta llegar a la cremita llena de grasas hidrogenadas que tapan las arterias para siempre. Dejaré hasta el final la cubierta de “chocolate” (ja, qué chocolate ni qué mis narices), masticaré pausadamente la cadenita blanquecina de azúcar a manera de gran final…


el placer fue breve, pero real, como todo lo bueno de la vida…

martes

Pies desnudos

Agua fría, pies desnudos

Tierra mojada,
bajo mis dedos crispados.

Luz de día que agoniza,
sobre el agua caprichosa.


Pies desnudos, agua tibia.

Ojos que danzan a ritmo
de sonidos que pisan el caudal.

Sangre que corre
hacia el olvido.

Un cuerpo que brilla

y detrás de todo



siempre
...siempre tú.

domingo

Silencio



Hace unos momentos leía en el blog de Magda Díaz ,su apunte más reciente que tituló: “Renunciar a escribir”. Me pareció de lo más acertado. En él, hace un análisis muy personal de las posibles razones por las que un autor toma la decisión de apagar su voz. (Yo creo que la voz no se silencia por completo; sino que deja de ser compartida).

Cita a Juan Rulfo –entre otros-, quien dice que cada que le hacían la pregunta en relación a sus ausencias escriturales, él contestaba: “Pues porque se murió mi tío Celerino, que era el que me contaba las historias”.

Me encantó esa respuesta.

Pretexto o no, creo que, una pérdida cercana sí hace mella en lo que quieres contar y cómo lo quieres contar. Y viene la ausencia, la apatía, la inseguridad, la necesidad de consuelo. Es una especie de costra que tu cerebro fabrica para trabajar el dolor. Hace poco menos de un mes, mi compañera de casa, mi mejor amiga, la bebedora de café, la maestra Maricarmen del Anglo, la eterna enamorada de Jim Morrison, la fumadora empedernida, la estudiosa, la aprendiz de acuarela y por cierto mi mamá: murió.

Su ausencia me ha dejado un enorme hueco y profunda tristeza. Ello ha hecho que mientras me reconcilio con la vida, haya dejado a un lado el compartir mis textitos. Debo confesar que he escrito más que nunca. Historias cortitas y sólo para mí. Le escribo de manera muy íntima a mis amores. A los que están a mi lado y a los que ya no están. El tono de la mayoría de ellas es melancólico y quizá con toquecitos de desesperanza:

Debo marcharme ya. Ponerme en el camino, y luego, si por casualidad, encuentro una puerta, me aventuraré a mirar. Si ésta se abre, pues tanto mejor. Sé que no hay nada que me diga que debo abrir esa puerta, pero la abriré de todos modos. Si me animo, entraré en una habitación vacía y quizá descubra que es ahí adónde pertenezco; habré encontrado mi sitio. Si no, será otra puerta que se abre y se cierra en el camino. De esas puertas que abres y cruzas el umbral y descubres que no hay habitación, que no hay nada ahí que te invite a pertenecer. Descubres que lo que hay delante de tus ojos, es más camino que se extiende ante ti. Si ello sucede, me ajustaré los zapatos y jalaré un poco más de aire, para seguir andando, poniendo un pie delante de otro…

Continuando mi camino,
Encontrando muros sin puerta,
Hoyos en el suelo
O huecos en el cielo
…”


Escribir es un ejercicio hermoso. Yo envidio sincera y sanamente al escritor, al narrador, novelista, al ensayista, al cuenta historias, al creador de ideas, al poeta; al que rescata del fango el sentimiento y lo lleva a la palabra.

Es un placer grande, oírse decir las palabras que salen de tus labios, para después tomar un papel y ponerlas en letras; ya hacia el final, leer los sonidos que salieron de tu boca... aunque a veces, no te guste nada (o nadie lo comprenda) y decidas guardarlo en el fondo de un cajón… qué le vamos a hacer.


miércoles

De vuelta

El auto de lujo da de trompicones delante de mí, con la señora que, perdiendo totalmente el control, se asegura de que nuestras miradas choquen, con el único fin de hacerme señas obscenas con sus dedos perfectamente manicurados. La chica de la tele chapotea como rana en su propio lodazal con blanca sonrisa y frases memorizadas al dedal. El conserje atento a las cinco de la mañana para abrirle la puerta al camión de la basura. Mi compañera de trabajo, juguetea con sus zapatos y se toca los pies debajo de su escritorio. El pretendiente que pretende pretenderme invitándome a comer, haciéndose el aparecido a la hora de salir de la labor. El loco que escribe fantasías incoherentes que habitan sólo en su cabeza. Los ojos de las ventanas que me miran llegar a casa. Detrás de ellas, la gente se reúne a cenar, se preparan para dormir y soñar. Para la mayoría de ellos esta noche es una noche parecida a la de ayer, y la de ayer a la de la noche anterior. Vidas cerradas y circulares con hábitos y rutinas casi predecibles. Y en ese mundo estoy yo, protegida por una burbuja invisible y todo lo miro desde ahí. Mis ojos no me pertenecen. Al despertar me coloco un visor que me desprende de mí, perfectamente receptiva a lo que sucede a mi alrededor, pero nada puede tocarme. De vacaciones en otra dimensión. Sin embargo sigo sintiendo, sigo amando, riendo, cantando, mis uñas las sigo mordiendo, sigo atenta al vecino, a la chica de la tele, al conserje, a los zapatos de mi compañera de trabajo, al loco… pero con un yo que ha cambiado.