miércoles

Dolor...





Esta noche el dolor fue dueño de mí.

Se apoderó de todo mi control sin pedir permiso.
Llegó sin más, sin nombre seguro.
Más presente que todo, más fecundo que el trabajo mismo.

Por momentos sospeché que la noche era eterna,
sosteniendo mi cabeza para no perderla.
La temperatura de mi cuerpo se elevó de golpe.
Sin control sobre mí, temblaba.

Mi comedia se volvió tragedia.

Me encontraba varada en medio de este dolor intenso.
Detrás de este rostro, se exige una vida.
Intuyo que una no puede vivir con los restos del naufragio.
Sin consecuencia alguna.
El cuerpo se revela y exige lo suyo.