lunes

Recuerdos y recuentos

Hace algunos días, mientras miraba detenidamente mi abdomen, con las marcas propias de la maternidad; me detuve a pensar en mi ombligo. Pensé en esa conexión tan importante tanto con el ser que te dio vida a ti, como con los seres a los que les has regalado vida.

Es muy difícil dar fechas exactas en que esas personitas comenzaron a ser “ellas”, con un nombre y con un apellido. Se convierte en maravilla recordar que alguien tan pequeñito dependa totalmente de ti.

El recuerdo de ver su carita atónita cuando tuvo de frente el primer arcoiris, o la sorpresa del vuelo de la mariposa que se posaba en el filo de la ventana. Qué puedo decir de su primer diente, o sus primeros pasos. Recuerdo que, cuando empezaba a caminar, le compré un banquito de apenas centímetros de altura, y, cada que se sentaba en él, ya no lograba levantarse por el miedo a caer; hasta que yo llegaba al rescate. Recuerdo con nostalgia también, que su primera palabra fue: Pa-pá, (y no le guardo rencor, je je), me congratulo por haber alimentado ese amor hacia su padre.

Yo era sabia o una sabelotodo -como siempre me decía-, porque respondía a todos sus “por qués”.

Tenemos el mismo cabello y sacó mi nariz. Nuestro perfil es parecido y si nos fijamos bien, hasta la risa es un poco similar. Y cómo no serlo si es parte de mí. Siempre le enseñé a sonreír, por oscuro que esté el panorama. Le enseñé que una sonrisa franca te ayuda a estar siempre de pie. ¿Recordará los ataques de besos cariñosos? ¿Se acordará del llanto desesperado porque en pre-escolar no le salía el número dos? ¿Recordará mi serena filosofía de curarlo todo con un abrazo, leche fría y galletas de chocolate? Debo confesar que yo sigo utilizando ese recurso, y, cada que remojo una galleta en la leche, me acuerdo de ella, (no sé cómo lo lograba); pero toda su carita terminaba llena de chocolate. Espero que mis terapias galleteras hayan ayudado un poco a atravesar los momentos difíciles.

Hoy ha crecido, y ha decidido. Le miro, y le admiro. Me enseña a diario un mundo extraordinario y, con todos sus bemoles, nunca le dejo de aprender…