domingo

A los 73 años...

Las gotas caen una a una sobre mi rostro, un rostro salpicado de manchas de edad acompañado de líneas dibujadas con pincel. Líneas que, con los años se han ido remarcando y son el reflejo de la calidad de los momentos que me tocó vivir.

En abril próximo cumpliré 73 años.

Aunque gozo de buena salud; mi memoria empieza a fallar, las rodillas en ocasiones no responden y camino con dificultad. No me he olvidado de reír, de cantar ni de bailar; incluso tomo clases de danzón, salsa, cha cha cha y, desde hace cinco años que, me reúno a bailar con señores y señoras de mi edad en la Alameda Central, como ritual todos los domingos. Si no fuera por esos domingos, ya me habría vuelto hipocondriaca, inventado no se cuantas enfermedades para llamar la atención de las personas que me rodean. Mis hijas se han casado y se han olvidado de llamar; el día de mi cumpleaños se ha convertido en toda una ceremonia. Es el día que llegan a casa a visitar para partir un pastel, quizá me inviten a comer. Ese día, las miro más hermosas, exitosas y realizadas, cada quien en lo propio. Es el día en que recibo besos, regalos y soy tratada hasta con cierta delicadeza, ternura y amor.

Vivo sola, más no en soledad. Sigo con mi compañero quien, desde hace más de treinta años, ha recorrido las calles del Centro Histórico conmigo en la búsqueda de aventuras; de recovecos agradables para sentarnos y compartir el pastel; de entrar en librerías de viejo y ahí separarnos, tomar cada quien un camino, como dos extraños, para después juntarnos con un tierno beso habitual y salir del lugar sorprendidos y gustosos del tesoro encontrado. Desde hace más de treinta años transitamos por calles y avenidas tomados de la mano, comprando cachivaches maravillosos aquí y allá. Conozco sus manías y obsesiones como si fueran mías. Desde hace más de treinta años mi compañero se volvió mi camarada, mi amigo, mi compinche, mi colega y hasta mi maestro.

A mis 73 años, con un cuerpo de alguien de 73 años, me siento aún atractiva. He aceptado el paso del tiempo y la mella que hace en él. Mi pecho no es apetecible, ya no está erguido. Mis piernas firmes, producto de las largas caminatas, han sufrido merma en su masa muscular. Mi abdomen se ha recubierto de grasita poco agradable a la vista y el espejo me trata con crueldad. Con todo ello, mis acciones, apropiadas a mi edad, hacen que me vea a mí misma –y a otros-, como un ser todavía sexualmente activa (los jóvenes que lean esto harán expresión de horror).

Recibo mes con mes una pequeña pensión con lo justo para vivir. Me he inscrito a cuanto programa sale de ayuda por parte del gobierno. Siempre me dio temor llegar a vieja y ser una carga, así que, me preocupé por guardar unos cuantos centavitos.

Tengo 73 años, con una lluvia tupida golpeando mi piel, en un domingo cualquiera, recobrando el aliento sentada en una banca de la Alameda Central y con la mano asida a mi compañero de hace más de treinta años, llega a mi mente la certeza de que pronto entregaré el equipo. Debo confesar que cada día es un gran logro, me lleno de contento al mirar hacia atrás para volver a decir: Todo ha valido la pena…

Es tarde, me incorporo y me apuro. Abro mi sombrilla. La comparto. Mientras caminamos a paso lento y con escaza agilidad, vamos charlando, recordando y repitiéndolo todo (como hace más de treinta años) hasta llegar a casa…

5 comentarios:

dijo...

Amiga que flash!
muy buena historia... de una mujer que lleva los años con dignidad, que en ciertas partes detona una tristeza infinita, pero que cree en la vida y en el amor.
Realmente la emoción me invadió al leerte...
mil besos

Anónimo dijo...

Poco a poco, María tus pequeñas historias se vuelven más descriptivas y completas; con dosis de tristeza, sí, pero logras transformarla en algo bello.

¿De qué sirven las emociones sino para arrancarnos un suspiro?

Muy bello ejercicio.

Horacio R.

Hernández dijo...

When i get older, losing my hair
a few years from now
Will you still be sending me a Valentine?
Birthday greeting, bottle of wine?
If I'd been out till quarter to three
Would you lock the door,
Will you still need me, will you still feed me,
When I'm sixty-four.

Anónimo dijo...

wooow, mira yo no sere una gente culta literalmente hablando, pero me encanto, esto si es escribir, y se me hace el principio de un gran libro.
Mari, siento que lo estas logrando y muy bien y rapido, esta increible este escrito. Ya se que lo tuyo es la poesia, pero a mi esto me fascino.
Felicidades, te aplaudo tan buen escrito.

PD. Creo que tu chaplin quiere todo pa largo muy largo. je je.

Te quiero Sandy

Clarice Baricco dijo...

Duele, llegador, reflexivo.
Aún así, no se pierde la dignidad y se valora esa anciana.


Abrazo conmovido.

Graciela