jueves

El hombre que robaba sombras

Ella creció entre sueños e historias fantásticas. Vivía bajo el escudo de las sombras, su dios era el Sol y el viento, su confidente.

Su sombra la protegía cuando el Sol enfurecía y, si la lluvia nacía dentro de sus ojos, el cielo, -su aliado-, hacía inundar el llano que en su corazón despertaba… si ella gritaba, el viento recogía su ira y se la llevaba quien sabe a donde.

El tiempo pasó, y aquella niña se volvió mujer. Miles de historias habitaban en su cabeza, pero eran sólo de ella. No sabía compartirlas. Aparecían de noche, como los objetos que toman vida cuando nadie está despierto.

Una noche, conoció a un hombre fantástico que vendía sueños. Era perfecto, a la medida, la pieza que le faltaba. Al hombre aquel, lo plantaba, lo cuidaba, y de él salían caramelos de colores. Un día, le regaló uno y lo guardó celosamente bajo su mirada. Ella, cada que cerraba los ojos, la dulzura impregnaba su boca y la sonrisa se hacía presente.

Muchos momentos como éste los rodearon; ella perdió la cuenta, él quizá el asombro. Todo cambió y los sueños fueron sustituidos por sentimientos. Toda clase de sentimientos, toda clase de emociones. Justamente, en alguno de esos días, llovía incesantemente, el cielo se estremecía y golpeaba con sus gotas la ciudad. Ella estaba empapada, y él también. Llovía por todos lados; en la tierra que pisaban, en sus cuerpos, había gotas dentro de su alma. Un relámpago cayó muy cerquita, e iluminó todo y él pudo ver a la sombra que la acompañaba. Por no decir a la sombra que a ella protegía.

Desde aquel día, cada caricia, cada palabra, cada mirada, cada beso, cada detalle, cada acto, eran un guiño a los sueños y a los sentimientos escondidos de la mujer. Poco a poco fueron caminando juntos, sorteando toda clase de emociones, cuando, una noche cualquiera, perdidos entre la gente, él le dijo: Robaré tus sombras…
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Ella, sonrió…

6 comentarios:

Clarice Baricco dijo...

Romántico y me gusta.



Abrazos.


Graciela

Anónimo dijo...

Mary.
Realmente lamenté que no nos viéramos. Ni hablar; ya será en otra ocasión; ahorita te escribo un correo para ver si ya quedamos.

Tu cuento es bello. Romántico, sin ser cursi. Pienso que cuando el sueño se convierte en sentimiento es mucho mas vívido. Esa parte me encantó y el final, me emocionó.

Saludos, bella María

Horacio R.

Exenio dijo...

Estuvo bien bonita la historia; leyéndola se me antojaron toda clase de frutas extrañas ¿por qué será?

Unknown dijo...

Así es María...

María dijo...

Hola, querida Graciela.
Pues muchas gracias por tus palabras, siempre me echas porras.

Un besito


Horacio, hola.
Qué pena tengo con usté, en realidad fue falta de tiempo. Recibí tu correo, y te lo contesté.

Muchas gracias por su comentario (siempre tan propio)...


Exenio.
Hola..., tú ya eres parte de este blog. Muchas gracias por pasar...
Y cómprese kiwis, pércimos, maracuyás, litchis... un vinito blanco espumoso, unos quesitos, una linda compañia y listo.

Buen fin de semana

Adrián.
Hola. Llevas razón: así soy...

JJ Ibarias dijo...

Bonita historia, María.

Gracias por tu visita a mi blog.
Que tengas un buen fin de semana.