lunes

Otro niño en la ciudad...



Los autos pasan a tu lado,
y como a toro embravecido
esquivas para no resultar embestido.
Es lo único que conoces y a lo único que aspiras.
Una moneda en tus manos
O dos, o tres...

Tu rostro, ahora marchito por el sol,
cenizo por el viento
Por el mal dormir…
¿Cenaste anoche?
¿Qué es lo que tienes hoy para comer?

Caminas juntito a mí
vas con la mirada perdida
triste y algo desencantada…

Atento siempre a cualquier señal de movimiento,
me acechas y reconoces.
Ya no me pides monedas
Solo una sonrisa lanzo de golpe.

Pasado, presente...

¿futuro?

Niño adulto, adulto niño
la vida pasa y no se queda

Me estremeces y abres el paso a reflexionar.




Sobre la imagen: http://labiavanameca.blogspot.com/
y gracias a su autor por permitirme usarlas

7 comentarios:

Exenio dijo...

snif...


...V_V

Clarice Baricco dijo...

Reflexivo tu texto.
Por desgracia aùn impera en nuestras ciudades, una infancia que no queremos que caminen asì.
Tambièn fue un gusto conocer tu linda casita.
Gracias por visitarme.
Seguimos.

Abrazos entre la lluvia.

Graciela.

Anónimo dijo...

autor, cariño

Anónimo dijo...

texto? foto?, no se, igual

María dijo...

Exenio. Hola. Gracias.

Graciela. Gracias por pasar.
Considérate bienvenida siempre.

s/n,s/e,s/d

Ya lo corregí, gracias por la nota aclaratoria, gracias por pasar...

Hernández dijo...

Creo que es un tema complicado, sobre todo desde nuestra perspectiva de "privilegiados".

Me recordó dos acercamientos literarios a estos "niños de nadie". El primero es una canción de Serrat dedicada al niño urbano, "Niño silvestre":

"Hijo del cerro presagio de mala muerte,
niño silvestre
que acechando la acera viene y va.

Niño de nadie
que buscándose la vida,
desluce la avenida
y le da mala fama a la ciudad.

Recién nacido
con la inocencia amputada,
que en la manada
redime su pecado de existir".

Serrat ha declarado que esta canción está inspirada en un poema de Miguel Hernández, que el propio catalán musicó e interpreta, "El niño yuntero":

"Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

(.......)

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros".

Tema difícil, complicado. Tal vez, porque como con los niños yunteros y silvestres, es más cómodo pasarlo de lado.

María dijo...

Hernández:

Un niño que deambula por las calles, es un caso de horror y vergüenza; es un pájaro herido, con las alitas rotas; un sueño sin cumplir, una rosa sin abrir...

Gracias por compartir y por no cerrar los ojos...

besos