jueves

SUPERULTRAMEGADIGITALIZADOR de Ojos

Congelaré tu mirada,

me la guardaré, la retrataré, la analizaré muy lentamente, la colocaré encima de mi almohada, dormiré en ella, la vaciaré en mi bolso y la llevaré a todas partes; trataré de entender en ella tu alma, tus deseos, tus pasiones, tus tristezas, tus indicios, palpitaciones, cambios, tus mentiras, verdades, improperios, descomposiciones, automutilaciones, contradicciones, reinos, reinas, duendes, amores, sapos, pesadillas, maravillas, decepciones, manías, recuerdos, torturas, preocupaciones, rutinas, reacciones, obsesiones y obscenidades, repeticiones, quebrantos, memorias, matices, artes, coincidencias, compulsiones, rencores, ruinas, creaciones, visitas, letras, visiones…

martes

R. E. M.

Hay noches luminosas, noches en las que pequeñas casualidades se juntan y te dibujan una sonrisa en los labios. Noches-tesoro que guardar, y que acudir cuando andas con la guardia baja.

Hoy-ayer fue una de ellas... el sol vino a verme, me despertó y me acunó durante todo el día. Me sorprendí primero cantando; mi voz era terrible, y varias horas más tarde..., seguía cantando a voz en grito en inmejorable compañía. Canciones & R.E.M. en vivo es una gran combinación pendiente de patentar. (Aunque el güero de adelante no me dejaba ver nada)

Guardo el momento, sé que me hará falta...


(Muchas gracias por la invitación)

lunes

Sigo queriendo...

Ahora, quiero unos calcetines viejos que no se me salgan por las noches, necesito tiempo para rascarme la panza hasta sacarme ronchas, quiero trabajar solamente hum… unas… seis horas al día como tope. Quiero leche entera sin que mi barriga manifieste su intolerancia, deseo morderme las uñas sin remordimiento, quiero comer pastelitos y dulces y chocolates sin engordar. Quiero que mi boca no se canse de besar, mis pies de zapatear y mis ojos de mirarte. Quiero tener creatividad para escribir, quiero leer, quiero caminar hasta que mis pies no puedan más; quiero beber cerveza en una tarde de domingo, quiero alguien a quien llamar cuando me siento enferma, deseo que mi cuerpo no deje de acariciar emociones, que mis ojos no dejen de llorar, mi corazón de amar y mis labios de sonreír … quiero que este día no se acabe nunca...

Aladino...¿DÓNDE ESTÁAAAAAS? (creo que mi lámpara se fundió)

Cuéntanos... ¿Tú, que quieres?

sábado

...

¿Por qué tengo tantas ganas de llorar?

Tengo tantas ganas de llorar, que busco cualquier pretexto para hacerlo. Llorar, es dejar salir a los demonios que se enconan en el alma, y se la devoran de a poco. No es malo, es sano liberarlos de vez en vez y a todo pulmón.

Mientras tanto, ¡Ya sé! Me voy a comprar algún libro de autoayuda, de esos que se venden a granel. El otro día vi uno, se llamaba: “Cómo ser feliz” (¡¿cómo?!), era pequeñito y solo costaba cuarenta pesos. Regresaré a ver si aún está en venta ese, o algún otro como: “Soluciones simples a la preocupación”, o bien, "¿Por qué los hombres aman a las ca...nijas?" o, “Dieta milagrosa: baje kilos sin dejar de comer”. Seguro, con eso arreglaré mi vida, y llenaré el camino que pisan mis pies con piedritas de dulces de colores, y chocolates, y bombones de sabores; y quizá, sólo quizá, así se me quiten las ganas de llorar…

Ahí

Hoy estamos donde
no eres tú, ni soy yo,
sino SOMOS,
dientes que chocan,
atrapada ¿tu saliva o la mía?
y nuestro olor, sabor,
las temperaturas se homologan,
y nuestras pieles echan chispas.
Un enredijo de pies,
y manos y ombligos,
nuestra estructura se complementa,
y palpitamos,
y sudamos,
nos miramos

y bailamos a un ritmo
y nos abrazamos a la vez.
Ahí, es donde no hay tiempo,
espacio,
palabras,
frases,
solo ese perfil perfecto que nos conforma.

jueves

Extracto de un día gris

Camino y camino por las calles de la Zona Rosa. Sin cuerpo, miro las hojitas en el piso, regadas por todos lados, cafés y marchitas. La acera está llena de hoyos (todos hemos visto esas cosas, ya lo sé). Frente a mí, construcciones híbridas entre las grandes casas estilo francés de principios de siglo XIX, convertidas en bodegones mal pintados con colores horrorosos, y la mancha plana de concreto actual. El olor es acre, me pica la nariz, los autos pasan a mi lado, soplando vahos grises y malolientes. Sé que no es novedad describir estas sensaciones, pues todos alguna vez hemos caminado por calles, siendo nada, revueltos con el paisaje, inadvertidos por nosotros mismos, liberados de los pensamientos repetidos y repetidos como clavos en banco. Qué ganas de retroceder el tiempo hacia los años sesenta, cuando abundaban las librerías, las galerías de arte y no era raro encontrarse a Pita Amor declamando (o reclamando, je je) en plena calle. Miro discretamente los establecimientos, para ver donde se me antoja pedir un café, y sentarme un rato a seguir bobeando. Uno no porque es muy familiar, y no quiero a nadie cerca, otro tampoco porque está muy desangelado, y el otro tampoco porque se ve muy gringo. Me topo con una crepería, con un establecimiento de donas, con un restaurante chino (o ¿será coreano o japonés?) no le presto atención. Un aparador de Zara, atractivo, con modelos talla cero. Me siento estratégicamente para poder mirar a la gente pasar, en lugar de ello, miro mis manos y mis dedos, y uso la voz para pedir una taza, quizá dos, luego ¿volveré a ser la misma martillada por las nostalgias? Mejor sigo caminando, viendo los puestos con dulces y papitas, los niños sucios sentados en las paredes, el "viene-viene" me regala una sonrisa, la cual regreso amablemente, las construcciones a medio terminar, mis zapatos gastados.

martes

Querer queriendo

Tengo tantas maneras de decirte que te quiero, que no quiero que sepas en realidad cuánto te quiero, porque no quiero que quieras que te deje de querer por saturarte de tantos te quiero que quiero que quieras como quiero egoístamente que me quieras y si tan sólo tú quieres quererme, quiero que me quieras como quieras tú quererme o quiero que me quieras como tú dices quererme que no es lo mismo decir que querer… querer que lo quieran a uno es quererse a sí mismo con un querer que no quieres que te quieran… todo ésto lo digo: sin querer, pero queriendo muuuucho...


Fácil, ¿no?

A la orilla de mi cama...

Y, sentada en la orilla de mi cama
de espaldas a la ventana que da a la nada
un vecino asomará la vista
y la mía al Universo
al Universo de tus ojos,
al uni-verso (así es mejor)
de tu piel
y de tus pasos.
Hoy mi ambiente es una playa en invierno
un chocolate “inencontrable” en la despensa,
a la orilla de mi cama,
en mi playa en invierno
con un día por comenzar y una noche por soñar
una carta por escribir
un poema sin firmar
el chocolate por morder
y dos te quiero frente a mi taza de café
y tres, y cuatro.
Sin azúcar es mejor…
Y, de vuelta son las seis
solitaria
con un amor aislado de papel
un uni-verso en tinta azul
una playa en invierno.

Y te amo,
sentada a la orilla de mi cama
se me hace tarde
que ya son las seis con dos…

y ya es la hora del café.

domingo

¿Serán los dioses ocultos...?

… ¿o serás tú, DIOSITO?


Siguiendo con la línea anecdotaria, me acordé de una gran frustración religiosa de la que no he podido sobreponerme hasta hoy.

Todo papá, acostumbra enseñarles a sus hijos a rezar por la noche, o por la mañana, o al momento de tomar sus alimentos (pobres niños), en fin, la idea es que nos enseñan a rezar. Para mí era una buena costumbre (verdá de dios que sí), ya que, escuchaba por aquí y por allá:

-Diosito es bueno-.

-Pídele a Diosito (que es tan bueno), ésto y aquello-.

-Ay Diosito, ayúdame-.

-Diosito: gracias por el pan que me llevo a la boca-.


Todo iba bien, DIOSITO era mi gran cuate, hasta que, a mi ma
má se le ocurrió la brillantísima idea de llevarme al CATECISMO.

La cosa fue catastrófica, mientras más me decían quién era DIOSITO, menos lo quería conocer, mi DIOSITO terminó siendo dios, a secas. Nunca pude verle un rostro. En cambio, al que también le rezábamos, era a un pobre hombre que sangraba de manos y pies, y tenía una corona de espinas en la cabeza, que, por la expresión de su cara, parecía que le dolía mucho; yo esquivaba la mirada, me daba miedo, me ponía muuuuy triste… nada que ver con mi Diosito


Mi di osito, a quien además, me acostumbré a decirle: "Señor, tú que estás en los cielos..."; era algo como ésto:



Bueno, más o menos; fue lo más parecido que encontré (en google). En realidad mi Diosito era un graaaaan oso de peluche con cara de bueno, iluminado por el sol, que se asomaba por entre las montañas, cada que yo le rezaba...

pero como todos, crecí.


¿Buscar para encontrar o esperar sin buscar?


A veces, tratando de encontrar algo, que no siempre significa que exista, le hacemos demasiado caso a la lógica que, en ciertas ocasiones está llena de malos pensamientos y nuestro “sentido común” nos juega malas pasadas, que nos hacen aferrarnos a NADA.

Para encontrar algo se necesita de toda una actitud. De tener algo parecido a la fe, y creer en lo que dicen las personas aunque no se mire, de tener la sensación de que esa verdad está ahí, de que existe...

DEJAR de buscar “ESE ALGO” que deseas encontrar, quizá sea en el fondo más saludable que buscar dentro de una tenacidad insaciable, y dejar que las cosas aparezcan para sorpresa de uno o que simplemente no aparezcan, pero que no nos haga daño si eso nunca sucede.

Dicen, que el que busca encuentra. BUSCAR en vano, es desgastante, DESEAR encontrar algo es atroz, pero la verdadera pesadilla es ENCONTRAR para desangelarnos inmediatamente después… y ser eternamente infelices; aunque -como alguien me dijo una vez-, las cosas no sean como parece que son.

Para ti, Paul C.

Sobre la imagen:
google.
http://antisyphus.typepad.com/photos/uncategorized/detective.jpg

sábado

¡¡¡UN AÑO!!!

Pues resulta que estoy muy molesta con mi mala memoria. Los días 28 de cada mes, son (¿eran?) importantes para mí; un 28 es día de San Juditas, un 28 me separé, un 28 hubo un tráfico del mal, un 28… (suspiro…) pero, TODO SE ME OLVIDÓ (sólo me acordé del tráfico del mal). Además, si sumas 2 + 8 es igual a 10, que es igual al número de seguidores que me siguen. (pongan cara de asombro).

El pasado 28 de octubre, cumplí UN AÑO de llevar esta intentona de blog, y, ¿qué creen? SE ME OLVIDÓ. Ya me deprimí. José dice que eso significa (muy lindo él), que no es necesario marcar el número del acontecimiento importante, que todos los días son importantes. Sí, pero no. SÍ, porque en realidad TODOS los días SON importantes e irrepetibles, pero NO porque siempre tenemos, cada quien, NUESTRAS fechas importantes. Un cumpleaños, un aniversario, el día de San Juditas, el día en que abro mi blog, por ejemplo. (Ayyyy, me sigo deprimiendo…)

Bueh…, ya que me confesé, me enojé y me deprimí, quiero agradecer a toooooooooooooooooooooodos (los diez) lectores de mi bitácora (me siento como Seño México), sin ustedes, nada habría sido posible… (ajá...), pero siempre es reconfortante llegar y ver que hay un visitante o comentario nuevo en la bandejasss (eso sí). Gracias por seguir mis intentos de poeta de banqueta; alguien me dijo sabiamente por ahí que tengo el talento más no la técnica. Seguiré en la búsqueda de ella, ojala la encuentre pronto. Empecé este blog sin nada claro, y sigo sin nada claro aún (a pesar de las 154 entradas). Gracias a los que me tienen en su lista, gracias a los que guglean algo y llegan de puritita casualidad, gracias a los ya me tienen afecto, gracias a los que llegan de otros blogs, gracias a quienes leen con una tacita de café a un lado, gracias al amor, al desamor, a la pasión, a la verdad, al desasosiego, a la esperanza, al sexo, a la tristeza, a la vanidad.

A TODO y TODOS los que forman parte de esta bitácora en línea que es parte de mí desde hace UN AÑO (cuatro días) ¡¡¡MIL GRACIAS!!! Acá seguiremos hasta que no sigamos.



(Aquí, deberían entrar los aplausos).



jueves

Ándenlessss...

Con la novedá de que acabo de descubrir en un blog amigo la función o (gadget) de “seguidores”… A manera de comentario personal, pues, me gustaría rete hartísimo ver algunas (2) caritas asomadazas por ahí; ya saben, pa´ continuar con el vanidoso, egocéntrico y jactancioso mundo blogeríl oséase, una linda y fluida experiencia social.

Ándenlessss, ¿sí? ¿sí?


Bueno, si no quieren pus NO y ya… nadie los obliga…

Pero…

¿¿¿SÍÍÍ???





(wuuuuujú
, soy la primera en seguir mi blog, je je)

¿y ahora quieeén, si no soy yoooooooo...?

miércoles

Sin nombre

Mi narcisismo sin Narciso
El amor dicho
Sin nombres,
sólo un cuerpo desnudado
transmutado en utopía.
En mi universo aislado
cercenas el mundanal ruido
de una realidad desrealizada
de un amor encarnado
en tus ojos
en tu voz
en la desnudez del alma.
Signo inverso de novela
que se marchita y muta
aquí dentro
por mi necedad
por mi estupidez
por mi afecto a lo absurdo
.
sí,
.
punto.

lunes

Recuerdos y recuentos

Hace algunos días, mientras miraba detenidamente mi abdomen, con las marcas propias de la maternidad; me detuve a pensar en mi ombligo. Pensé en esa conexión tan importante tanto con el ser que te dio vida a ti, como con los seres a los que les has regalado vida.

Es muy difícil dar fechas exactas en que esas personitas comenzaron a ser “ellas”, con un nombre y con un apellido. Se convierte en maravilla recordar que alguien tan pequeñito dependa totalmente de ti.

El recuerdo de ver su carita atónita cuando tuvo de frente el primer arcoiris, o la sorpresa del vuelo de la mariposa que se posaba en el filo de la ventana. Qué puedo decir de su primer diente, o sus primeros pasos. Recuerdo que, cuando empezaba a caminar, le compré un banquito de apenas centímetros de altura, y, cada que se sentaba en él, ya no lograba levantarse por el miedo a caer; hasta que yo llegaba al rescate. Recuerdo con nostalgia también, que su primera palabra fue: Pa-pá, (y no le guardo rencor, je je), me congratulo por haber alimentado ese amor hacia su padre.

Yo era sabia o una sabelotodo -como siempre me decía-, porque respondía a todos sus “por qués”.

Tenemos el mismo cabello y sacó mi nariz. Nuestro perfil es parecido y si nos fijamos bien, hasta la risa es un poco similar. Y cómo no serlo si es parte de mí. Siempre le enseñé a sonreír, por oscuro que esté el panorama. Le enseñé que una sonrisa franca te ayuda a estar siempre de pie. ¿Recordará los ataques de besos cariñosos? ¿Se acordará del llanto desesperado porque en pre-escolar no le salía el número dos? ¿Recordará mi serena filosofía de curarlo todo con un abrazo, leche fría y galletas de chocolate? Debo confesar que yo sigo utilizando ese recurso, y, cada que remojo una galleta en la leche, me acuerdo de ella, (no sé cómo lo lograba); pero toda su carita terminaba llena de chocolate. Espero que mis terapias galleteras hayan ayudado un poco a atravesar los momentos difíciles.

Hoy ha crecido, y ha decidido. Le miro, y le admiro. Me enseña a diario un mundo extraordinario y, con todos sus bemoles, nunca le dejo de aprender…

sábado

Aquí

Aquí, espero.
Tratando de dibujar el brillo de tus ojos
la mirada perfecta
del amante
del silencio
del testigo del reflejo de mi alma.

Aquí te espero.
hablándote en voz alta
buscándote en un sueño
recreando el candor de tu abrazo.

Aquí, espero.
Imaginando sombras
que asemejen tu silueta,
cómplices
entre espíritus adormecidos.

Son mis alas,
las que me hacen volar hasta alcanzarte
y me convierto en ave silenciosa
que espera la luz del día
y, a las once en punto,
impaciente sentir tu amor
que me mantiene viva.



lunes

Y te amo


Un silencio.

Qué desastre hay debajo de mis ojos
de momento se humedecen
entre un te amo reprimido
y el enorme silencio
por debajo de la piel.

Y te amo.
Como amo las distancias entre tus ojos

cada pliegue en tu piel,
como amaría tu desamor…

Y amo ese silencio que me hiere
de dos palabras que no sabes juntar.

Amo cada letra ilegible,
cada carta
jamás escrita para mí.
Cada risa y cada diente
cada átomo de tu ser.

Y te quiero
con mis manos
con mis uñas

con mis muslos
y mis dedos.
Y cada labio entreabierto
cada beso invisible
cada palabra no dicha
cada frase incompleta...

Gracias de nuevo
por recordarme
que soy un bicho raro

Que dice todavía: Te amo



domingo

A los 73 años...

Las gotas caen una a una sobre mi rostro, un rostro salpicado de manchas de edad acompañado de líneas dibujadas con pincel. Líneas que, con los años se han ido remarcando y son el reflejo de la calidad de los momentos que me tocó vivir.

En abril próximo cumpliré 73 años.

Aunque gozo de buena salud; mi memoria empieza a fallar, las rodillas en ocasiones no responden y camino con dificultad. No me he olvidado de reír, de cantar ni de bailar; incluso tomo clases de danzón, salsa, cha cha cha y, desde hace cinco años que, me reúno a bailar con señores y señoras de mi edad en la Alameda Central, como ritual todos los domingos. Si no fuera por esos domingos, ya me habría vuelto hipocondriaca, inventado no se cuantas enfermedades para llamar la atención de las personas que me rodean. Mis hijas se han casado y se han olvidado de llamar; el día de mi cumpleaños se ha convertido en toda una ceremonia. Es el día que llegan a casa a visitar para partir un pastel, quizá me inviten a comer. Ese día, las miro más hermosas, exitosas y realizadas, cada quien en lo propio. Es el día en que recibo besos, regalos y soy tratada hasta con cierta delicadeza, ternura y amor.

Vivo sola, más no en soledad. Sigo con mi compañero quien, desde hace más de treinta años, ha recorrido las calles del Centro Histórico conmigo en la búsqueda de aventuras; de recovecos agradables para sentarnos y compartir el pastel; de entrar en librerías de viejo y ahí separarnos, tomar cada quien un camino, como dos extraños, para después juntarnos con un tierno beso habitual y salir del lugar sorprendidos y gustosos del tesoro encontrado. Desde hace más de treinta años transitamos por calles y avenidas tomados de la mano, comprando cachivaches maravillosos aquí y allá. Conozco sus manías y obsesiones como si fueran mías. Desde hace más de treinta años mi compañero se volvió mi camarada, mi amigo, mi compinche, mi colega y hasta mi maestro.

A mis 73 años, con un cuerpo de alguien de 73 años, me siento aún atractiva. He aceptado el paso del tiempo y la mella que hace en él. Mi pecho no es apetecible, ya no está erguido. Mis piernas firmes, producto de las largas caminatas, han sufrido merma en su masa muscular. Mi abdomen se ha recubierto de grasita poco agradable a la vista y el espejo me trata con crueldad. Con todo ello, mis acciones, apropiadas a mi edad, hacen que me vea a mí misma –y a otros-, como un ser todavía sexualmente activa (los jóvenes que lean esto harán expresión de horror).

Recibo mes con mes una pequeña pensión con lo justo para vivir. Me he inscrito a cuanto programa sale de ayuda por parte del gobierno. Siempre me dio temor llegar a vieja y ser una carga, así que, me preocupé por guardar unos cuantos centavitos.

Tengo 73 años, con una lluvia tupida golpeando mi piel, en un domingo cualquiera, recobrando el aliento sentada en una banca de la Alameda Central y con la mano asida a mi compañero de hace más de treinta años, llega a mi mente la certeza de que pronto entregaré el equipo. Debo confesar que cada día es un gran logro, me lleno de contento al mirar hacia atrás para volver a decir: Todo ha valido la pena…

Es tarde, me incorporo y me apuro. Abro mi sombrilla. La comparto. Mientras caminamos a paso lento y con escaza agilidad, vamos charlando, recordando y repitiéndolo todo (como hace más de treinta años) hasta llegar a casa…

martes

Mi escritura espejo



Soy medio sorda y además soy zurda. De niña siempre me miraban diferente mis compañeros, pero no por escribir con la mano izquierda, sino porque para mí era mucho más sencillo hacer los trazos iniciando de derecha a izquierda y con las letras invertidas en ese mismo sentido.

-Óooooorale, escribe en clave-, decían mis compañeros.


Muchas veces me llamaban la atención mis maestros por escribir de esta forma que, a mí, me hacía sentir mucho más cómoda por el curso y sentido de las formas y redondeces de las letras. Al ser regañada por mi “peculiar” forma de escribir, muchas veces me sentí tonta, triste, desmotivada... (gracias al criterio de los profesores de entonces).

Je je..., ahora me gusta y hasta la uso en mis apuntes diarios.

Además, de chavita, no sólo escribía en espejo, sino que, cada vez que pasaba al pizarrón escribía con la derecha, no por imposición, era más bien por tratar de ser como todos los demás y que no notaran mi desorden de escritura; pero nunca llegué a ser totalmente ambidestra, aunque tengo suficiente fuerza y destreza en la mano derecha.

Debí esforzarme un poco más..., sigo practicando.


lunes

Una carta


Hoy, amor, me duele la garganta, me siento febril y tengo los ojos acuosos. Creo que enfermaré. Mis defensas andan débiles o quizá sea el resfriado anual el que acecha. Ya qué, no me puedo quejar. Generalmente gozo de buena salud; soy de buena madera. Esa sería la razón más lógica para mi malestar, es decir, que algún virus haya entrado en mi cuerpo, lo esté invadiendo para noquearme y contar en regresivo hasta llegar al cero. Al CERO, a la nada, próxima a la carencia, a la nulidad..., a fantasear con nadie.
Nadie quien me acompañe a beber café humeante al tiempo del pastel compartido. Nadie que se siente junto a la mesita de estar y se sumerja en el sillón de resortes débiles (en el que nos dimos tanto gusto ayer). Nadie con quien viva su etapa lunar como propia y el tiempo que no es tiempo pase sin importar si es de día o de noche. Nadie a quien desearle buena suerte, buen día, linda noche. Nadie de quien repase una fotografía desgastada, casi transparente por tanto manipular.

“Nadie”. Saturado de “nadas”, de “nuncas”, de “ningunos”. 

Hablando de retratos y de rostros, trato de buscarle un buen sitio al tuyo entre mis dioses familiares que habitan en la mesita junto a mi cama y así poder mirar libremente las caras de aquellas personas que tanto amo y admiro. Pensándolo bien, pondré el tuyo bajo llave, en una cajita de madera fínamente pintada a mano, en la repisa más alta de mi cuarto. Y la guardaré celosa. Sí, ya sé, así soy de egoísta cuando me encuentro enamorada, es de esta manera mucho más llevadera y ligera la ausencia.
Me emociona imaginar el baile de tus ojos al leer estas líneas y, saber que sabes bien que eres el destinatario de ellas. Me descubro inmensamente feliz planeando el encuentro con tus ojos y la concesión de un beso anticipado largo y húmedo. No te extrañe que no deseé uno, después del primero, los demás son adicción.

¡¡¡Ash!!! ¡Maldito y cursi estilo medieval! Pero debo confesar que así soy y así escribo cartas de amor a mis amores. Lo uso con frecuencia y me disgusta, siempre desdigo lo que digo y no digo lo que quiero decir. Es cursi, soy patéticamente cursi y anticuada; sé tolerante, por favor.

El día terminó, y me gustaría saber lo que haces en este momento, qué libro tiene tu atención, qué pensamiento queda atrapado en tu sien, con qué frazada te cubres del frío...

Por lo pronto, mi “Nadie” te dejo mis besos, mis palabras y mi voz; que, en realidad son lo único que tengo.

Tuya,

María