Ellos, tenían la costumbre de encontrarse de noche…
A esa hora, en la que todos los gatos son pardos y la oscuridad lo permite todo. Eran los momentos en los que podían descubrirse, inventarse, tutearse; sabían divertirse y llevar vidas paralelas. Era en esos ratos de acoplamiento lunar en los que reían, se contaban secretos, bebían café y se hacían el amor salvaje y misteriosamente.