Sí.
Soy muchas personas en una: puedo ser la amiga, la enemiga, la que llora sin motivo. Puedo ser la solitaria, que brinca de lo efusivo, de la felicidad, del júbilo a la agonía, la que crea y destruye. Puedo ser activa y pasiva, puedo pasarme el día tarareando el ritornelo de la canción más triste del mundo. Mi mente puede tener la capacidad de retener los detalles más insignificantes, pero también puede desechar lo importante; eso es un gran problema que me hace parecer tonta. Pero ¿Quién mide la inteligencia? Acaso, ¿Soy menos inteligente porque no reacciono como lo harías tú, o él o ella? Soy de las que disfruta de las insignificancias como el sonido que emiten las teclas de mi portátil ahora mismo al escribir estas palabras. Amo las palabras raras, las que nadie dice, las que nadie escucha, las extravagantes, las sinsentido, pero también utilizo las palabras rudas, las insultantes, viles y groseras para delinear mis posturas. Puedo ser de las que escuchan, sé hacerlo con mucho respeto y humildad, pero no sé hacerme escuchar. No puedo salir de mi propia escafandra y hacer retumbar mi voz. Soy de las que se vuelven pasionales y profundas en un tema y con facilidad emergen a la superficie, de las que admiran a las bobas que hacen reír al mundo, pero se niega a aplaudir como foca ante ellas...
Soy todas esas personas (y seguramente hay más) atrapadas en este cuerpo de 1.58 quizá sin forma segura, ni personalidad, ni definición, incongruente, inconexa, pero, también soy de las que con suerte al término del día se repiten: hoy fui feliz… y ya.