Pues sí.
Sí, es mi palabra favorita. Chiquitita, simple, sin ostentaciones, ni rimbombancias.
Y es que, parece sencillo el camino hacia la afirmatividad, pero no lo es tanto. Habemos quienes nunca decidimos, no sabemos de certezas, de síes; siempre la pasamos esperando señales de aprobación, como si aparecieran de pronto dentro del refrigerador o debajo de la cama. Es disfrutable el casi, el creer que se puede, primero poniendo un pie y luego el otro.
La ecuación es sencillísima:
deseo + ¿puedo? + lo intento = SÍ
Es tan bonito decir que sí, que si se miran al espejo, éste se dibuja con una tenue (casi imperceptible) sonrisa.
El sí, por sí mismo, es un cuerpo prendido; son dos letras de luz fortísimas.
No es lo mismo un ajá, o un mhjmm o un oquei que un sí lleno de seguridad.
Sí, se vale escribir sobre lo ya escrito.
Y reescribirlo de maneras esperanzadoras, o divertidas.
Sí, se vale tejerlo y destejerlo todo de nuevo.
Sí, se puede diseñar, construir, desear.
Sí, se vale equivocarse.
Sí, se puede perder una.
Pero sí, existe la manera de encontrar el camino.