A veces duele el pecho...
...
¡Cuántos recuerdos en ese portón de la esquina!...
Fue el primero que me vio llegar al barrio pequeña.
Sin decir nada soportó los golpes del balón en la cascarita dominguera.
Me miraba en silencio pasar con mis amigas y hasta me ofreció un escalón para sentarme a platicar…
Fue cómplice de algunos secretos y testigo de charlas importantes hasta altas horas de la noche…
Ahhh… el edificio de la esquina
Día a día me miraba pasar, a veces guapa y perfumada…, otras no tanto…
Las ventanitas de ese edificio, para mi imaginación ojos reveladores me veían caminar del brazo con mis primeros amores y de nuevo -sin pedir permiso- hacía uso del escalón para sentarme a sorber el helado de limón que el enamorado llevaba para mí…
Y ahí sigue, siendo mi secuaz, mirándome con sus ojos-ventanitas entrecerrados por los años. Continúa viéndome crecer y pasar por sus afueras a diario..., (de la mano con mi nuevo amor). Prosperando. Pasando de moda. Enamorándose. Abriendo sus puertas a quien quiera entrar. Ofreciendo su escalón, con la única condición de ser cuidado y respetado…
Quizá algún día dejará de existir, quizá el nuevo inquilino, celoso de compartir el famoso escalón, le ponga una valla. Todo se transforma, envejece y muere. Pero mientras eso sucede, cada que pase por su portón, un saludo cariñoso, lleno de recuerdos dejaré…
Ahhh…, el edificio de la esquina.